Mi Maestro me habló de estas cosas hace más de dieciocho mil años. No le creí. Él vino una y otra vez y yo no quería escuchar, pues me parecía irrelevante. Eran tiempos difíciles. El antiguo imperio había pasado. La civilización se dispersó y se perdió, y muchos grandes fueron conducidos bajo tierra y destruidos. Eran perseguidos. Los registros de la historia fueron destruidos. Fue un período de grandes desgracias. Frente a tales calamidades, las palabras que él dijo apenas me parecieron relevantes. Y aun así elegí escuchar, porque había escuchado antes sus palabras. Ellas tocaron en mí un acorde antiguo, un recuerdo ancestral. Recordé una experiencia antes de nacer que no pude olvidar: Me colocaron en un estrado y me prepararon para entrar al mundo. Arrojaron una luz sobre mi cabeza y dijeron: “No olvidarás esta luz”. Y recordé. Mi Maestro, quien ahora está conmigo igual que antes, me preparó. Las cosas que tú encuentras son mucho menos difíciles, aunque tienes muchas más necesidades y complejidades en tu vida que nosotros. Comida y refugio: esas eran nuestras preocupaciones. Tienes muchas preocupaciones con las que nosotros ni siquiera soñábamos.
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